Mitomanía Política

Los gobiernos con respuestas sociales declaran la promoción del cooperativismo de necesidad nacional y, su protección, de utilidad pública. ¿Por qué? Porque el desarrollo es una aspiración que puede lograrse mediante la participación de las cooperativas.

El cooperativismo crece en el mundo. Beneficia a más de 800 millones de socios de más de 750 mil cooperativas. Por ende, favorece a la población de su entorno. La ayuda mutua evita que se disparen los precios y posibilita el mejoramiento de la calidad de vida. La distribución de excedentes en proporción a las operaciones de cada socio, la práctica de “un socio, un voto” en la toma de decisiones, la tasa de interés sin fines usureros, convierten al cooperativismo en un sistema de democracia social.

Sistema que abarca todas las actividades económicas. Producción, consumo, servicios. La acción cooperativa amplía el viejo límite de los sectores económicos. “Donde hay una necesidad, nada mejor que una cooperativa”. Esto se demuestra en todos los países del orbe, excepto en el nuestro, donde las cooperativas de producción, de consumo, los bancos cooperativos y las cooperativas de seguro, suenan a herejía. El cooperativismo agrario agoniza, el industrial desapareció. Las cooperativas escolares se desconocen.

¿Cambiará esta situación en el próximo régimen? ¿Se garantizará la autonomía de las cooperativas? ¿Rebrotará el cooperativismo en todos sus sectores? ¿Volverán las cooperativas financieras de segundo nivel? Cuestionario inútil. En estos momentos ningún partido, agrupación o candidato con expectativas de gobierno ha demostrado amistad con el cooperativismo. Afinidad, menos. Claro, en esta mitocracia intolerable, los políticos y politicastros repiten que, de llegar al poder, impulsarán el desarrollo cooperativo. Pura mitomanía.

El candidato de mayor votación, después de acudir al chasquido de Washington, desvanecerá sus promesas. El capitalismo seduce. Añade propinas. ¿Qué hizo la comisión congresal revisora de la legislación cooperativa? Embrollos. ¿Qué se podía esperar de quien juró crematísticamente? Embustería. Sin embargo, el cooperativismo avanza a pesar de las antipatías del régimen. La vitalidad de las cooperativas es incontrovertible. Renacen. ¿Qué requieren? Clima de libertad.

El cooperativismo tiene normas. Principios que constituyen su doctrina, constantemente evaluada según las circunstancias. Por eso es joven a la edad de 161 años. Sus valores son irrenunciables: igualdad, equidad, responsabilidad y, por supuesto, solidaridad. Una cooperativa es una asociación de personas, voluntariamente organizadas, a fin de satisfacer una necesidad común. Unidad de producción, entidad social, casa cultural, la cooperativa es el pueblo produciendo.

Las cooperativas precisan operar sin cortapisas ni acosamientos. El justiprecio las motiva porque no persiguen lucro. La veracidad, igualmente, porque no las anima la competencia sino la cooperación. La autonomía, el autocontrol y la racionalidad logran un óptimo funcionamiento y, en consecuencia, el desarrollo cooperativo. Esto es, la vigorización de la economía desde sus cimientos. El fortalecimiento de la democracia por la participación ciudadana. Espontánea. Es la libertad positiva.

Fomentar el desarrollo cooperativo significa proteger a las cooperativas. Librarlas de interferencias burocráticas, impuestos injustificados, fiscalizaciones atosigantes ¿Trato preferencial, entonces? No, trato imparcial sin atender lobbies anticooperativos. El cooperativismo no reclama privilegios discriminatorios ni beneficios extravagantes. Reclama derechos conquistados con esfuerzo, sacrificio y capacidad. Por ejemplo, el derecho a la propiedad. ¿Por qué no se devuelve el activo fijo de cientos de cooperativas a sus respectivos socios?

En las cooperativas no tiene sentido deformar, desviar o alterar los preceptos doctrinarios, las normas estatutarias o los dispositivos legales, porque funcionan con los socios o para los socios. Copropietarios. Se busca el trabajo ergonómico. Se garantiza la calidad de sus productos y la oportunidad de sus servicios. Ni explotación, ni dolo, ni fraude. No obstante, el cooperativismo fue arrasado por la dictadura de un apátrida.

¿Y los políticos? Lanzan soflamas. ¿Respuestas? Ninguna. Ofrecen libertad y autonomía para las cooperativas. Claman por el desarrollo cooperativo. Son “íntimos” del cooperativismo. ¡Una nueva ley de cooperativas!, exclaman. En fin, codician votos. Con la experiencia sufrida, ¿votarán los cooperativistas por los que pretenden la reelección? Difícil. Así es.

Lima, diciembre del 2005