
Globalización o mundialización. Neologismos que significan lo mismo: proceso multidimensional. Internacional. Comprende el orbe. Y abarca todas las actividades humanas. La economía, la política, la cultura, nada se abstrae, ni la ciencia ni la justicia. Ayer fue la globalización keynesiana con un estado omnipresente. Hoy, con un mini estado timorato, ocupado en lidiar con el malestar social, la globalización es ultraliberal. Y su objetivo, facilitar los negocios alrededor del mundo.
La globalización cambia el arma: la geopolítica cede el paso a la geoeconomía que apunta al poder mundial. El tema es el lucro como condición sine qua non. Las ventas de las 86 empresas top del mundo son mayores que las exportaciones de más de 180 países. Imponen los patrones de conducta con relación al consumo, a los servicios, al dinero. Sus mercados financieros resuelven qué, cómo, cuánto y para quién producir. ¿Y los poderes del estado? Fueron aplastados por “El fin de la historia”.
Ahora es el momento de los directorios extranacionales. Estos controlan el 70% del comercio internacional, el 80% de la inversión mundial y el 35% del producto bruto global. ¿Y la libre competencia? Es una ilusión. Puro discurso. El comercio globalizado es el resultado de acuerdos productivo-financieros de las corporaciones. Las cuales controlan patentes, licencias, franquicias y precios. Y determinan los movimientos económicos. Manipulan las ventajas competitivas, el producto bruto global y las prioridades de inversión espacial.
Tres son los espacios prioritarios de la inversión global, en orden de importancia: La tríada (Estados Unidos, Japón, Unión Europea), Asia (China, Singapur, Corea del Sur, Taiwán) y América Latina (Argentina, Brasil, Chile, Colombia). Los demás países excepto Rusia, Polonia, Hungría y la República Checa, son observados como territorios sin rentabilidad atractiva. El 75% de las inversiones se dirige a la tríada. ¿El Perú? No es tomado en cuenta, aun cuando sus políticos realizan periplos mendicantes.
Pues bien, el cooperativismo desde sus orígenes denuncia que en el capitalismo los contratos son asimétricos. Desfavorables para el trabajador, prestatario, consumidor, asegurado. ¿Por qué? Por el ocultamiento de información. Falta de transparencia dicen ahora. Además, el individualismo no es camino a la bienaventuranza, ni el mercado es una deidad que resuelve los problemas sociales equilibrando precios (falacia de la economía oficial). Hoy, creer que el mercado, por su cuenta, genera eficiencia es obsolescencia cerebral. Arcaísmo. El desarrollo ha demostrado, hasta la saciedad, que se requiere la mano visible del estado para estimular, orientar y graduar el crecimiento. En cambio, la mano invisible del mercado (mano del individualismo) solo ha creado riqueza para muy pocos y pobreza para el resto. Los 200 millonarios top poseen ocho veces más fortuna que los 50 países menos desarrollados. ¡Pobre del pobre del país pobre! Diariamente mueren de hambre en el mundo 100 mil; de los mismos, 10 mil son niños. Es consecuencia del “capitalismo salvaje” de la globalización.
El hambre mata más que las guerras, a pesar que la agricultura podría alimentar el doble de la población del mundo, según informe de la FAO. Mueren porque no pueden pagar los altos precios fijados en la Bolsa de Chicago referidos a los productos agrícolas. El afán de lucro es mortal. Mil quinientos millones de seres humanos padecen hambre. Pero hay ayuda. Claro, a los hutus, por ejemplo, los más desalmados genocidas de Ruanda.
¿Qué hacer ante tal iniquidad? Una respuesta es el cooperativismo. Alternativa capaz de corregir las disparidades sociales. ¿Luchando en las calles como lo hace la juventud? Davos, Seattle, Praga, Sevilla, Milán, Miami son manifestaciones de una opción. Los líderes del cooperativismo proponen otra: Desarrollar el principio de cooperación entre cooperativas. Fortalecer el movimiento cooperativo consolidando organizaciones locales, regionales, nacionales e internacionales. La ayuda mutua es condición sine qua non del cooperativismo.
Las pequeñas, medianas y grandes cooperativas tienen que potenciar el sistema cooperativo. Luego, a la globalización capitalista oponer la globalización cooperativa. En tal caso, la coopetencia (cooperación en competencia) es un mandamiento. Las cooperativas análogas se coaligan sin reparar en fronteras. De ese modo logran poder financiero y ganan mercados. Para ello la integración cooperativa nacional es una urgencia. Y un axioma cautivar el mercado interno. Es posible. El cooperativismo mundial ha alcanzado ya su plenitud vital.
En fin, frente a la globalización ultraliberal se destacan tres estrategias. Las cooperativas de producción del sur y las cooperativas u organizaciones de consumidores del norte establecen redes de comercio internacional. Por ahora, seguramente, reducidas (220 millones de dólares de café y artesanías) pero aceptables para más de 800 mil familias. Otra estrategia es que las grandes cooperativas capturen bolsones de compradores en el mercado mundial, compitiendo palmo a palmo con las empresas capitalistas. Ya está ocurriendo.
El tercer proyecto es casi un sueño. Una utopía todavía. Construir un mercado mundial cooperativo con precios justos e información fidedigna. Sin duda el imperialismo agazapado en la globalización ofrecerá batalla, pero los trabajadores cooperativistas volverán a escribir la historia. La de una humanidad con ilusiones. Así es.
Lima, diciembre 2003