Haya de la Torre cooperativista

En un régimen representativo del pueblo, el Estado protege a las clases campesina, obrera y media. Configura un sistema justo, diferente del sistema capitalista, lucrativo, opresor. Asume formas sociales de propiedad, fomenta la industria, humaniza las actividades en todos los sectores. Planifica la economía. En la asignación de recursos el trabajo tiene un valor equitativo. Se estimula el concierto económico.


Y desde los tiempos iniciales los trabajadores concertan sobre la base de la cooperación. Voluntariamente. Por eso el cooperativismo es la llave maestra de los gobiernos para los más pobres, porque es el procedimiento más sencillo de lograr mayor eficiencia. (Ya demostrado científicamente por el matemático norteamericano John F. Nash, premio Nobel de economía 1994.) Es decir, superior beneficio social. Cuando se opera cooperativamente los medios de producción: la productividad mejora, la producción aumenta, los costos disminuyen. Bajan los precios. Más de 750 mil cooperativas lo demuestran en el mundo.

Víctor Raúl Haya de la Torre, fuente del aprismo, propone “la entrega de la riqueza a quienes la trabajen y la aumenten para el bien colectivo: su socialización progresiva bajo el contralor del Estado Defensa y por el camino de un vasto cooperativismo (…) He ahí el ideal”. Y subraya, “la producción debe socializarse” (“El Antimperialismo y el APRA”). En la doctrina hayista se interpreta la prioridad que merece el modo cooperativo. La socialización aprista se entiende “de acuerdo con el mecanismo del Estado Democrático de los cuatro poderes y del estímulo del cooperativismo agrícola e industrial, pero respeta y garantiza la propiedad privada” (“Treinta Años de Aprismo”).


Sin embargo, dudan en la contracooperación; los modelos han cambiado alegan. La explotación colectiva fracasó. Hoy es la empresa privada, el mercado, la competencia. Peor, confunden cooperativismo con colectivismo, cuya doctrina plantea suprimir la propiedad privada, transfiriendo los medios de producción al Estado que, además, debe distribuir la riqueza. Por el contrario, el cooperativismo no aspira “quitar riqueza a quien la tiene, sino crear riqueza para quien no la tiene”, por medio del esfuerzo multiplicado en la organización cooperativa, vía la ayuda mutua. En cuanto al crédito de primer piso, Haya de la Torre instruye que es objetivo de “un Banco de la Nación, con filiales para la industria, minería y agricultura, que atenderá preferentemente al pequeño productor nacional” (“Política Aprista”), eliminando la usura de la banca privada, obviamente.

¿Se quiere liberar a las clases oprimidas? Entonces, es forzoso construir un estado distinto, que garantice la socialización de los recursos. Un nuevo sistema económico sustentado en el cooperativismo integral. Producción y consumo. Adoctrina Víctor Raúl Haya de la Torre. Para ampliar la capacidad de los factores productivos en la obtención de bienes y servicios “el cooperativismo constituye un efectivo auxiliar. En la agricultura, en la industria, en el comercio, el cooperativismo es un movimiento de gran fuerza. No solo porque impulsa decisivamente el sistema económico del país, sino porque educa económicamente al pueblo”, afirma el fundador del aprismo en “Pensamientos de Crítica, Polémica y Acción”.

En vida del líder de la izquierda democrática, la educación de la población es inaplazable. En la Casa del Pueblo, lo que más visita es la Escuela de Cooperativas. Atiende las clases, dicta charlas sobre cooperativismo, conversa con los instructores, estimula la consecución de becas en el extranjero. Siempre tiene tiempo para inaugurar o clausurar, en el Aula Magna, cursos referidos al desarrollo cooperativo. Asisten hombres y mujeres, libremente, sin importar predilecciones ideológicas. En aquella época, cuando “La Tribuna” estampa el acrónimo APRA dentro de la estrella roja, contiene una página completa acerca de la educación cooperativa. ¿Por qué?.


Porque el cambio estructural no es cuestión de magia, ni del fat lux. Impone montar una alternativa con el sistema capitalista, “Ha de ser indispensable, en el nuevo tipo de Estado, la vasta y científica organización de un sistema cooperativo nacionalizado” (“El Antimperialismo y el APRA”). Luego hay que formar conciencia a favor del cambio. Labor que comienza con la educación. Es inexcusable la “educación de las masas y la coordinación de la economía nacional retrasada, con la civilizadora economía industrial” (“¿Y después de la guerra qué?”) En “Testimonios y Mensajes”, Haya de la Torre define: “Económicamente, el aprismo es nacionalista, antimperialista y cooperativista”. Convicción que abjuran los claudios ahora.

En “Política Aprista” precisa los tipos de cooperativas hacia un extenso sistema cooperativo. Le preocupa enormemente el campesino, el pequeño agricultor, el peón sin tierra. Con el fin de hacer real la productividad y facilitarles el crédito, el aprismo “fomenta la pequeña propiedad y la creación de haciendas colectivas y cooperativas agrarias, con el reglamentado apoyo técnico y económico del Estado”. En la minería formula “el cooperativismo minero con la implantación de centrales de beneficio y oficina básica de consignación de minerales”. Igualmente “las cooperativas de crédito, de producción y de consumo”. Y lo que hoy parece herejía: “la creación de compañías de base cooperativa con participación del Estado, las cuales mediante la licitación de las obras públicas, se encarguen de su realización”. Los heresiarcas nuestros de veras son apóstatas.

En su discurso del 19 de septiembre de 1975, el jefe del PAP demanda: “Nosotros necesitamos que se discutan estas ideas, que se debatan, que se nieguen, que se objeten, pero de todas maneras que no se ignoren (…) Es absolutamente indispensable darle al cooperativismo, toda la validez, autonomía y significación para que no se pierda en el burocratismo…” de los prevaricadores. Es la palabra cooperativista de Víctor Raúl Haya de la Torre. Así es.