
La economía china se acerca al tamaño de las potencias, con un promedio del 8% anual de crecimiento. Increíble. En veinte años muchas de sus ciudades lucen distintas. Shanghai parece Nueva York, opinan. En los últimos 10 años construyó 2,600 rascacielos. En la zona industrial de Pekín se han instalado 1,400 empresas occidentales. Xian, Cantón, Jinán, Shentzen, han cambiado después de la revolución cultural.
¡Asombroso! exclaman los visitantes. Los políticos invitados revientan cohetes, de esa manera pagan la cortesía. Y ensayan un nombre para el modelo. “Mercado con planificación”, dice uno, recordando a Deng Xiaoping. “Libre mercado y Estado eficiente”, arguye otro más ampuloso, recostándose en Joseph E. Stiglitz (Nobel 2001). Lo cierto es que los nuevos líderes se salen del cuadro. Ejecutan un modelo de cinco funciones: predominio de la economía sobre la ideología, impulso del sector privado, seguridad a la inversión extranjera, polos de desarrollo y apertura al capitalismo.
El criterio de la decisión política es, “dos sistemas y un solo régimen político”. El programa corresponde a la “construcción del socialismo con características chinas”. Un modelo que abdica al marxismo-leninismo-maoísmo, pero que promete una mayor rentabilidad económica en pos de la justicia social. En tanto condecora a 21 empresarios (1 de Mayo del 2005) aduciendo que: “un empresario leal y trabajador ayuda a la construcción del socialismo”.
Aquella es la China de exportación. La vitrina que los turistas miran pasmados. Guías muy bien instruidos se encargan de llevarlos al estupor. Sin embargo, hay otra China que la dictadura mediática oculta. La China que cuenta con 160 millones de cooperativistas. Estos pugnan por la autonomía de sus asociaciones. Desean regular la producción y el consumo alejados del modo capitalista. Consideran que los trabajadores organizados en cooperativas es una alternativa socialista.
Es la otra China de los asalariados que se enfrentan, en las calles, a la gobernabilidad del socialismo de mercado. En el noroeste la lucha es intensa. Cruenta. Las huelgas son generales. Los obreros de la construcción, los petroleros y astilleros combaten con cierta fuerza parapolicial, camuflada como “policía armada del pueblo” (oficialmente aseguran que son trabajadores que quieren laborar). En la costa sur de China los golondrinos o temporarios también contienden con esa policía.
Igual sucede con los campesinos de la provincia de Henan, garrote en mano luchan palmo a palmo. Sienten hambre. El gobierno, por quinto año consecutivo, no abona lo que les debe. Los sindicatos independientes batallan para arrancar de los poderes mejoras económicas. El gobierno responde sembrando policías, soldados y tanques en las ciudades huelguistas de Daqing y Xinjiang (región petrolera). Ahí, en Urumqi, miles de obreros de las fábricas de tractores rechazan las privatizaciones.

Claro, no son contrarrevolucionarios. Son paradigmáticos. Mao Tse Tung calificó a los obreros de Daqing como ejemplo para todos los chinos (1964). Bien, 50,000 de ellos se alzaron, en marzo del 2005, protestando contra el maltrato laboral y los salarios miserables (no mayor de 35 dólares mensuales). En Shenyang, siderúrgicos y textiles (30 mil) se plantaron frente al gobierno regional exigiendo aumento de salarios. Se sumaron 20 mil empleados estatales. La población de Fuzhou, en marzo de este año, desbordó las calles al grito de reajuste salarial.
Mientras tanto, avanza la organización de sindicatos independientes. Libres. Tiananmen renace después de la sangrienta represión del 4 de junio de 1989. En esa plaza pequinesa murieron más obreros que estudiantes proclamando: “aquello que el pueblo produce con su sangre y sudor pertenece sólo al pueblo” (Karl Marx). Ironías de la política, pasearon una estatua de la libertad (U.S.A.) repitiendo una frase de “El Capital”. Los sindicatos independientes fueron tildados de reformistas, ergo, liquidados. (En 1991 se prohibió “El verano de traición” de Hong Ying, referido a Tiananmen.)
La apertura hacia el capitalismo disparó los precios. Desapareció la garantía de trabajo, la asignación de vivienda y el bolo alimenticio se achicó. Apareció el seguro de desempleo (15%) tratando de paliar los despidos masivos. Creció la economía, igualmente las ganancias privadas y los ingresos de la cúpula partidaria, más el nivel de vida de proletarios y campesinos empeoró en la otra China. Por denunciar estas verdades, el poeta Li Bifeng fue encarcelado en 1989. Así es.
Lima, agosto del 2005