Pentateuco capitalista

El capitalismo es una organización económica, cuyo perfil muestra cinco rasgos característicos. 1) Propiedad Privada. 2) Mano invisible. 3) Individualismo económico. 4). Libre competencia. 5) Mecanismo de precios. Hay otros, pero estos principios delinean el rostro duro de la economía. Es el pentateuco que decide en el sistema capitalista.

La propiedad privada. Es la piedra angular del capitalismo. Posibilita a cada individuo controlar un bien o cosa. Gozar de su utilidad y aprovechar su dominio. Disfrutar o contratar su uso, o reclamar su devolución o transmitir su posesión inter vivos o mediante herencia. En el sistema capitalista la propiedad privada abarca tanto a los bienes económicos como a los recursos naturales. Claro que el gobierno establece normas respecto a la utilización de los bienes y recursos relacionados con la defensa, la seguridad, la salud, el bienestar general y otros derechos individuales. Pero, fundamentalmente protege la propiedad privada.

La propiedad cooperativa es privada o colectiva. Privada porque es de una persona jurídica (la cooperativa). Colectiva porque todos los socios tienen derechos sobre la misma en términos iguales. Ejemplos: los kibutzim israelíes, las cooperativas de integración parcelaria (Mondragón, España).

La mano invisible. Imaginación de Adam Smith («La Riqueza de las Naciones», 1776), se refiere al egoísmo de los hombres como impulsor de las acciones económicas. Dice el fundador de la economía capitalista: «Un individuo no intenta promover el interés público ni sabe que lo está promoviendo. Él pretende sólo su propia ganancia y es conducido, por una mano invisible, a promover un fin que no formaba parte de su intención». Ni la benevolencia ni la abnegación ni la filantropía proporcionan los bienes, sino el egoísmo o interés personal. La economía cooperativa considera otros motivadores de la decisión económica. Otras fuerzas originadas en el altruismo o la ayuda mutua son las que conducen el progreso de los grupos sociales. La ambición, el egocentrismo y la codicia, normales en el capitalismo, son antivalores rechazados en el cooperativismo.

El individualismo económico. El empresario Legendre. le puso nombre a este tercer fundamento capitalista. «Laissez nous faire» le contestó a Jean Baptiste Colbert, ministro de economía del rey francés Luis XIV, cuando aquel le preguntó acerca de cómo el gobierno podía ayudar a los fabricantes. «Dejadnos hacer» fue la respuesta del empresario, desde entonces, es la oración simbólica del capitalismo. Es decir, el gobierno no debe intervenir. Producir o consumir a placer. Sin impedimentos. Este individualismo económico se barnizó después con la frase «libertad económica»

El cooperativismo nunca abandona el concepto social. El bienestar de todos. La «libertad económica» comete excesos (consumismo, sobreproducción, agotamiento de los recursos y contaminación ambiental) que menoscaban el desarrollo sostenible.

Libre competencia. La regla del capitalismo es la contienda. La rivalidad entre los que aspiran a obtener la misma cosa. Deben disputar los productores, los vendedores, los compradores, los trabajadores. La competencia es leal cuando el poder en el mercado está difundido (nadie es más poderoso que otro) y cuando la libertad es plena para entrar o salir del mismo. Omniaccesibles. Mercados libres. ¿Dónde? En la fantasía. La realidad es diferente. Impura concentración del poder: monopolios, oligopolios, monopsonios ¿Competencia? No, lidia, pelea, canibalismo, corrupción. Guerra.

El cooperativismo avanza por otra vereda. No es el bueno ni el malo del capitalismo. Es otro sistema, cuyo catalizador es la solidaridad y la cooperación es su fuerza. Y uno de sus principios es «Cooperación entre cooperativas», nunca competir.

Mecanismo de precios. Este principio completa el pentateuco capitalista. Siguiendo la teoría: cuanto más intensa es la competencia, las decisiones de producción no las toman algunos o pocos o ciertos grupos de individuos. Ocurren automáticamente a través de un mecanismo de precios. Son impersonales. Los problemas: qué, cómo y para quién producir, tienen su respuesta en un sistema de precios o mercado. El precio determina la cantidad de negociación. Es la oferta y demanda.

En el mundo real los precios no se forman en el mercado. El juego de la oferta y demanda es una ficción, al igual que la libre competencia. Los precios los fijan los monopolios o se imponen por liderazgo o colusión de los oligopolios. La ventaja competitiva se ofrece preñada de subsidios. Salarios escuálidos achican los costos y, por ende, los precios.

El capitalismo falla, se desentiende de sus estigmas: indigencia, pobreza, hambre, pandemias. Desigualdad. La alternativa estatista falla, se derrumba antes de los cien años; ni democracia formal ni revolución mundial. En tal caso, cabe la cita de William N. Lipscomb, premio Nobel de química, 1976: «Cuando todas las posibilidades fallan, la que queda, aunque parezca improbable, debe ser la verdad». El cooperativismo, obviamente. Así es.

Lima, marzo del 2006