
En la evolución del cooperativismo peruano han influido directamente las ideologías dominantes, en forma negativa, por cierto. Los conductores del país subestiman al Movimiento Cooperativo. Ni en la izquierda ni en la derecha, el cooperativismo tiene verdaderos amigos.
Las cooperativas son tratadas con desdén en el aparato productivo. La declaración legal refiriéndose al cooperativismo: “Como un instrumento eficaz para contribuir al desarrollo económico”, sólo se recuerda en los epígrafes, en los discursos de heresiarcas y en las memorias de líderes venales.
Los políticos le escatiman a las cooperativas la calidad de unidades económicas eficientes para producir bienes o servicios, crear empleo estable y generar rentas equitativas. No obstante, se proclaman cooperativistas. Lo malo es que ignoran la historia rochdaliana, o la leyeron sin entenderla, o la entendieron contrariamente. De ahí que confunden cooperativas con empresas lucrativas. ¿Hay excepciones? Seguro, pero una flor no hace jardín.
Han promulgado dos leyes relacionadas con la cooperación. Es verdad. Sin embargo, los hechos corroboran políticas adversas al cooperativismo. Prueba sobre la mesa: nunca se aplicó el régimen de protección a las cooperativas ordenado por dichas leyes. Realmente la hostilidad proviene de muy atrás. Del liberalismo manchesteriano, pasando por el marxismo y el populismo, hasta el ultraliberalismo de los tiempos actuales.
Tales ideologías, dispares en mucho, coinciden en la actitud de marginar a las cooperativas. Sus decisiones cargadas de prejuicios impiden que éstas se multipliquen vigorosas. De donde resulta caótica, irracional, inocente y mimética la expansión del cooperativismo peruano. Sin capacidad para innovar.
El liberalismo manchesteriano rehúsa concederle rol alguno a las cooperativas. Las desconoce en el aparato productivo. Los manchesterianos no encuentran diferencias en las unidades de producción. Enfatizan que todas son empresas y deben pertenecer a los empresarios. Carlos Marx, en cambio, le asignaba importancia a las cooperativas de producción, aunque no reconocía en el cooperativismo fuerza transformadora del sistema capitalista.
Por su parte el enjambre peruano de marxismos, ha repetido monocordemente que las cooperativas son “pequeños experimentos, naturalmente destinados al fracaso”.

Estribillo escrito en el Manifiesto Comunista. Letanía saboteadora del cooperativismo, desde la cúpula del gobierno o desde el interior de las cooperativas.
En cuanto a la ideología populista, se cuida de agredir a las cooperativas frontalmente. Incluso las dejan nacer, crecer, ramificarse, más evitan que fructifiquen. Ello implicaría que el cooperativismo posibilite la reestructuración de la economía. Incompatible con el populismo que la prefiere capitalista. Los populistas individualistas y mesiánicos, utilizan a las cooperativas para manipular masas heterogéneas, alcanzar el poder y conservar las estructuras.
Toleran las ideas, las tesis y la doctrina de los cooperativistas, pero sutilmente inoculan las prácticas capitalistas en sus cooperativas. Un ejemplo. Los locales de dos cooperativas del mismo tipo, uno al frente del otro, es consecuencia de una ley populista. Aquí la competencia feroz suplanta a la cooperación entre cooperativas. El capitalismo agresivo luce el pacífico emblema de los dos pinos.
El ultraliberalismo es peor. Este pensamiento rechaza el pluralismo económico. Soporta el accionariado difundido o “capitalismo del pueblo” pero condena al cooperativismo. Los ultraliberales endiosan al capitalismo y exaltan a la empresa privada. Son fundamentalistas. El sistema que imaginan, de competencia perfecta, es el reino del individualismo. Ahí están vedadas las cooperativas, calificadas de reliquias del socialismo utópico o residuos prescindibles del colectivismo.
Los ultraliberales exigen “dejar hacer”, que entienden “dejadnos hacer” a los capitalistas. Empero, no garantizan prioridades en el empleo de los recursos económicos, ni justicia en el reparto de la renta, ni procesos productivos inocuos. Es la economía sin ética. La misma que se pretende implantar en el Perú. Claro, la auspicia el Fondo Monetario Internacional.
El cooperativismo, entonces, debe defenderse. Requiere un plan de desarrollo, coadyuvante con la rehabilitación de la agricultura, el crecimiento de la industria y la defensa del consumidor, hacia el desarrollo económico y el desarrollo humano. La confederación de cooperativas tiene la tarea; un próximo congreso de cooperativistas, el mandato. Así es.
Lima, junio del 2006