El cooperativismo pone el acento en el cambio de la sociedad. Propicia la justicia en las estructuras económica, política y social. Es acción, doctrina y teoría. Profesa la igualdad entre sus miembros como ideal de justicia. Suprime los privilegios. Abroga cualquier expectativa de lucro individual.
Propugna que los agentes sociales participen en la solución de los problemas comunes o colectivos. Va por la distribución del poder, tanto en la teoría como en la práctica. Es democrático. Ejerce la libertad positiva en clara posición contraria al sistema de economía desocializada (excluyente del tema social)
El liberalismo ampara la libertad negativa o “goce de los bienes privados sin impedimentos y sin constricciones” (Francisco Madero). Sin intromisión del poder público respecto a la decisión del individuo de hacer o no hacer (verbigracia, poseer incultivado un predio). Esgrime el laissez faire, laissez passer. Es fundamentalista.
Desde el principio el cooperativismo fue tildado de “utopía”, porque recusa el orden político, la estructura social y la acumulación capitalista; porque propone nuevos ideales y ofrece comunidades distintas. De inmediato se vinculó al cooperativismo con el socialismo utópico, pues exige la igualdad ciudadana, el bienestar social, la aspiración de libertad activa. Concibe el proyecto (doctrina, organización, instituciones) de construir una sociedad cooperativa.
También se le ha negado potencia cognoscitiva. En la década negra de los noventa, un “maestro” del cooperativismo peruano lamentaba la ausencia de una teoría cooperativa. A ello se deben los problemas administrativos, espetó en un congreso de cooperativas (julio de 1992). La dictadura ya lo manteaba. Y la prensa difundía sus “autorizadas” declaraciones. Pero los cooperativistas de raza, los doctrinariamente bien formados, saben que la teoría cooperativa es reconocida cada vez con mayor lucidez. ¿Por qué?
La lectura especializada responde: porque registra datos, crea tipología, sistematiza conocimientos. Sus explicaciones evidencian regularidades y se sujetan a verificaciones. Aún más, maneja técnicas de observación e interpreta los hechos. Distingue la polaridad de los valores. En verdad, aquel “maestro” era solo un proditor que ninguneaba la teoría cooperativa. Y contaba con el respaldo de la manipulación mediática que vituperaba y demonizaba al movimiento cooperativo.
La teoría cooperativa desnuda el individualismo aupado en la teoría económica tradicional, descubre la falsa doctitud de la oferta y la demanda en la fijación de precios; pero no pretende la anulación del mercado ni la abolición de la propiedad. Eso sí, incorpora variables heréticas semejantes al costo de la contaminación o la holgura del consumidor. Estimula la cooperativización, más abomina la colectivización y cualquier intención globalizante. Información plena (transparencia) en el sistema económico, precio justo y equidad en la distribución, son ingredientes de la teoría fundada en la doctrina cooperativa.
La doctrina cooperativa, a su vez, tiene entre sus fines la solución del problema derivado del encontronazo capital-trabajo. La alianza de estos dos factores del desarrollo queda
sellada en las cooperativas. En las cuales, la igualdad de derechos es la norma, y la distribución de excedentes, según la participación de sus miembros, es un precepto. Se supera de ese modo el criterio capitalista que engendra lucha (derechos y reparto con arreglo al capital). Las cooperativas son unidades económicas del sistema cooperativo.
Tres pilares sostienen el sistema cooperativo. Uno, regulador (función de las cooperativas de segundo y tercer nivel); otro, normativo: leyes, estatutos, obligaciones, derechos, valores; y un tercer pilar cognitivo referido a la ideología, doctrina y teoría. Formidable armazón sistémico que reclama derechos ante los poderes públicos. Por ejemplo, el autocontrol, que en las cooperativas es una obligación.
Pero los regímenes sumisos al modelo fondomonetarista abandonan a las cooperativas. Tienen el interés totalitario de que se administren caóticamente hasta la extinción del cooperativismo. La falta de presupuesto es sólo una excusa deshonesta.
Conocer el mensaje de los vocablos y la esencia del lenguaje del mundo cooperativo, fortalece la conciencia cooperativista. Posibilita, además, reconocer los atributos sustanciales del cooperativismo y descubrir las falacias de otros sistemas. Así es.
Lima, febrero del 2005