Educación Cooperativa

Las necesidades se satisfacen de distinta manera, según el entorno del individuo. Alimentarse es una necesidad ecuménica, pero no se consume lo mismo en todos los lugares. Ni los vestidos ni las viviendas son iguales, dependen del clima, de la tradición, de los recursos. Las costumbres influyen per se. Luego, hay problemas universales que requieren soluciones locales, conforme al ambiente, cultura y manifestación espiritual de la población.

El arte, la ciencia, la técnica, ocupan diferentes pisos en la arquitectura geopolítica del planeta. Inclusive el ocio es un espectáculo múltiple con arreglo a la escala de desarrollo de las sociedades. La diversidad aún es ley, pese a los esfuerzos por la estandarización. Globalización. Mientras tanto, cada pueblo es protagonista de sus hechos culturales, económicos, sociales. Héroe de su historia si logra conciencia política Y cambian sus instituciones, siempre que cambien mentalmente sus hombres y mujeres. Es la finalidad de la educación.

En este lado subdesarrollado, la educación cooperativa es eficiente cuando facilita unificar lineamientos cooperativos, con respecto a la adhesión espontánea, al control legítimo, a la constante participación y, por supuesto, acerca de la autonomía, integración y colaboración en el desarrollo del entorno ¿Repitiendo las normas de la Alianza Cooperativa Internacional (ACl)? No, atendiendo el grado de desarrollo del cooperativismo nacional. Considerando prioridades, derechos y oportunidades de producción, empleo, ingresos y convergencias políticas.

La educación cooperativa, en nuestro medio, va dirigida a quien ya considera que los momentos transcurren velozmente. A quien se le escurre el tiempo. Al adulto. Por tanto, los programas deben ser juiciosos, Puntuales. Precisos. Por lo mismo la tarea prioritaria es definir los objetivos. Una pregunta puede ayudar: ¿Cómo queremos a las cooperativas en el futuro? Si la respuesta es, por ejemplo, “integradas”, el objetivo urgente de la educación cooperativa es “formar cooperativistas”. Es decir, ciudadanos que opten la alternativa cooperativa. Creyentes del cooperativismo. Que se adhieran a la acción cooperativa y profesen la labor mancomunada. Integrada.

Muchas horas de conferencias no significa óptima preparación. No se trata del contacto conferencista-participante (maestro-alumno) ni siquiera del instrumental didáctico o medios audiovisuales que sirven más para lucir al expositor. Todo es cuestión de las motivaciones que manejen los oradores, cuya responsabilidad básica es animar la voluntad de aprender para ser un buen socio, o incentivar el hambre de cultivarse y obtener el grado de cooperativista.

El cooperativista es un nuevo agente social, armado de autodisciplina, honradez y aptitud. Por ello, los que enseñan en los programas de educación cooperativa, dominan los métodos que se adecúan en la cátedra de valores y conocimientos a fin de cambiar conductas. Tratándose de la regla de oro del cooperativismo, educación e instrucción son simultáneas. Doctrinar e instruir van en cooperación. En tal caso, ¿qué organización debe marcar las pautas en la educación cooperativa? La confederación de cooperativas, o no sirve para nada.

Hay otras interrogantes. ¿Por qué aprenden los adultos? ¿Cómo aprenden los adultos? Las respuestas exigen actividades previas. Verbigracia, identificar las necesidades (tanto de las cooperativas como del cooperativismo), especificar los recursos, formular los programas y, claro, perfilar los proyectos y acordar los criterios de evaluación. Las cuales posibilitan establecer el horizonte del proceso y detallar el contenido de la enseñanza, suficientes para conseguir un producto genuino: cooperativistas.

¿La ACl ofrece recetas? Nunca, sólo cobra cinco mil dólares por la inscripción y sugiere puntos de partidas coherentes con los principios cooperativos experimentados, investigados, discutidos y aprobados en Europa. Aplicados en concordancia con una verdad desarrollada. ¿Y el cooperativismo nuestro de cada día? Tiene que derivar sus fórmulas, plantear su propia metodología hacia su desarrollo. Desechar la cultura del calco. Y no hay instrumentos de mayor eficacia que la experiencia y el diálogo entre los cooperativistas, sean de lampa o de carpeta.

Se insiste, el cooperativista es distinto del socio de una cooperativa. Todos conocen al segundo El primero aprovecha los programas educativos. Supera la ignorancia supina, la irresponsabilidad y el oportunismo. No pretende el encumbramiento dirigencial, menos ser el principal o “dueño” de la cooperativa. Guarda distancia de los mercaderes del ahorro o trabajo ajenos. Sabe que la educación cooperativa es imposible sin investigación, lectura y doctrina. El cooperativista se pregunta como Javier Reverte, “¿dónde reside la realidad, dónde empieza la vida, dónde termina el sueño?” Cierto, se aleja del pragmatismo ramplón. Tiene ideología.

Bueno es subrayar. Los Justos Pioneros de Rochdale crearon un mundo de valores, es la hazaña de los iletrados que inventaron un sistema económico, es la proeza del empirismo que nunca ha mordido el polvo. Cruzaron el provecto límite del protocooperativismo. ¿Cómo? destinando 2,5% de sus excedentes a educación. Esta “regla de oro” los elevó hasta la celebridad mundial, porque la educación es el atajo expeditivo hacia la calidad de vida. A la Confederación de Cooperativas le toca perfeccionar el sistema, afinar los métodos, adecuar los programas. Embellecer las acciones, o está demás. Así es.

Lima, enero del 2007