Hay un nuevo régimen. Otros enfoques ideológicos. Otras políticas respecto de la producción, de la educación, de los servicios, de las organizaciones sociales y demás temas. ¿El cooperativismo será reivindicado? Si nos atenemos a la base doctrinaria del aprismo, la respuesta es afirmativa. En tal caso, habrá promoción de cooperativas.
La historia de las cooperativas registra que las mismas se promueven desde arriba y se organizan desde abajo. Esto, en cuanto la luz de la justicia ilumina a los de arriba y el brillo de la libertad conduce a los de abajo. Mientras los políticos se aquietan en las dudas, los cooperativistas: si son teóricos, alumbran ideas; sin son prácticos, constituyen cooperativas.
¿Qué buscan las inteligencias? Despertar a los oprimidos, influir en las conciencias, sacudir los letargos, incitar a las colectividades a la acción. ¿Qué hacen los hombres prácticos? Lideran los grupos propulsores, conforman el capital inicial, adecúan el trabajo y, asimilando enseñanzas, ponen en marcha unidades de producción. Es el pacto entre la mente y los brazos.
Siendo un movimiento de los pobres el cooperativismo inicia su marcha desde abajo. Sus realizaciones dimanan de la decisión inquebrantable de crecer sobre bases económicas, sociales y jurídicas sin depender de apoyos oficiales; sin comprometer su independencia ideológica. Luego brotan las cooperativas donde hay necesidades, cuando hace falta producir, comercializar, consumir.
Pero también en numerosos países los gobernantes, al tomar conocimiento de las limitaciones del Estado, estimulan la formación de cooperativas; porque estas ofrecen voluntades organizadas, iniciativas populares y espíritus emprendedores; es decir, el elemento indispensable en el funcionamiento de cualquier economía. Sin tardanza el gobierno se convierte en promotor de cooperativas. La iniciativa parte desde la cúspide. Se trata de solucionar problemas derivados de la propiedad de los recursos, del crecimiento de la producción, de la distribución de la renta.
En Europa las cooperativas germinaron en las poblaciones bien asentadas. Los trabajadores más decididos, agricultores y asalariados, agobiados por el mercado lucrativo resolvieron comprar o producir sumando sus esfuerzos; esto es, abrazaron la idea de la cooperación. Siendo así, ¿aquellas cooperativas crecieron por generación espontánea? Claro que no, muy cerca de los pioneros actuaron: intelectuales o instituciones o líderes carismáticos en calidad de promotores.
Algo parecido sucedió en América del Norte. Las cooperativas de crédito (europeas) fueron replanteadas en Canadá por Alphonse des Jardins, y en Estados Unidos, por Edward A. Filene. En Israel, una organización política sionista respalda a las cooperativas judías.

En cambio, en las regiones subdesarrolladas, como en los países latinoamericanos, mayormente el camino es distinto. Alguna medida legislativa se convierte en herramienta esencial para iniciar o acelerar el movimiento cooperativo. Se constituyen organismos gubernamentales encargados de promocionarlo, asesorarlo, supervisarlo y protegerlo. El impulso parte del poder central. Pese a lo cual, no son raras las frustraciones de este trayecto. Lo que sirve de pretexto a los detractores del cooperativismo para desacreditarlo.
Sin embargo, si ocurre estas funestas experiencias la causa del fracaso no radica en el origen de la iniciativa, sino en el abandono en que caen los cooperadores después de promulgados los dispositivos legales. En un medio empobrecido, para alcanzar el éxito, la norma oficial no es suficiente. Encima de trabajo intenso se requiere financiamiento, tecnología, orientación y precio justo. Factores allanados por los gobernantes que postulan un estado de bienestar.
Realmente, proponer el crecimiento cooperativo siguiendo una de estas dos opciones: desde abajo o desde arriba, denota carencia de información. Los anales del cooperativismo mundial demuestran que ambas direcciones son correctas y se complementan en la multiplicación de eficientes cooperativas. En el Perú, el Decreto Supremo Ns 138 de 1944, crea un departamento de cooperativas en el Ministerio de Agricultura. Durante la primavera política de 1945 a 1948, el cooperativismo representa 300 cooperativas, que se reducen a 42 como consecuencia de la tiranía del ochenio (1948-1956).
Con el patrocinio de la Iglesia Católica, en 1956 empieza un aumento moderado de cooperativas, que totalizan 421 en julio de 1964. La promulgación de la Ley General de Cooperativas Ns 15260 (14.12.1964), fomenta un crecimiento acelerado del cooperativismo; impulsado, aún más, por el Decreto Ley Nº 17716 de Reforma Agraria de 1969. En julio 16 de 1992, el movimiento cooperativo peruano integra 4,587 cooperativas.
Mas llegó la hecatombe. La dictadura, a partir de aquel año, desplegó una política de exterminio contra las cooperativas. Escrita la verdad, una nueva ley de promoción de cooperativas será congruente con la esencia ideológica del actual partido gobernante.
Así es.