República cooperativa

Los holandeses desembarcaron en el nordeste de América del Sur en 1596. Ocuparon el hábitat de los indios, arauacos, caribes y warraus del macizo de las Guayanas, cuya costa baña el Atlántico. Venezuela, Brasil y Surinam rodean el territorio. Allí, 374 años después, se proclamó la primera república cooperativa.

Mas este acontecimiento histórico tiene ascendientes. Parientes ideológicos. Es el eslabón contemporáneo de una cadena de concepciones relacionadas con la necesidad de humanizar la economía. Precisamente, un holandés propuso una idea valiosa al respecto. Peter Cornelius Plockboy difundió, en 1659, un ensayo de extenso título referido a una «… república en pequeño, en la que cada cual conserve su propiedad…» y pueda trabajar según sus aptitudes.

Se trata de una república económica o sistema integrado por agricultores, artesanos, marinos mercantes y maestros (de artes y ciencias). Convencido P.C. Plockboy de que el lucro es la fuente de la desigualdad exige eliminarlo, lo mismo que a la tasa de interés. Acepta la propiedad privada, respeta la herencia, defiende la libre adhesión. ¿Teme la competencia en el mercado? No, en la pequeña república la agroindustria produce, colectivamente, a más bajo costo en jornadas de 6 horas. Proscribe la explotación del hombre.

 En esta república el ingreso de cada trabajador alcanza para el consumo familiar más un ahorro, hasta posibilita dar limosna. Organización democrática ejemplar, los directores, administradores y capataces son elegidos por los socios. El proyecto de P.C. Plockboy es uno de los mejores de la protohistoria del cooperativismo. Se reconoce su contribución doctrinaria. Incluso organizó, en 1664, una colonia en Manhattan, disuelta al poco tiempo por el gobernador inglés.

Los pobres pueden hallar soluciones porque conocen las causas de la pobreza. Robert Owen (1771-1858), galés de origen humilde, trabajó duro como dependiente hasta alcanzar las alturas del empresariado. Intérprete del infortunio obrero, se preguntó en algún momento: ¿por qué no se cuida al trabajador como se cuida a la máquina? Y diseñó los “Pueblos de Cooperación”.

En el programa owenista cada pueblo de cooperación adopta con mayor intensidad, o la agricultura o la industria. Luego el intercambio se extiende a través de regiones o países, naturalmente suprimiendo el lucro en todas sus formas. La remuneración del trabajo se toma como tasa del precio justo. La jornada se reduce de 17 a 10 horas de labor. En la producción y en la administración los socios tienen igual responsabilidad.

 Desaparecen los intermediarios en el concepto oweniano. Concepto de largo aliento en pos de la reforma social. Aspira mejorar la condición física del trabajador y elevar su conducta moral. Facilitarle casas adecuadas, enseñanza gratuita a sus hijos e ingresos suficientes para el consumo de su familia. Todo sobre la base de la cooperación opuesta a la competencia capitalista que Robert Owen siempre rechazó. (Se adelantó en utilizar las palabras “cooperación” y “socialismo”.)

Mapa de Guyana

Charles Fourier (1772-1837), francés de inteligencia singular, patriota, pequeño rentista, él mismo se apodaba «dependiente de almacén». Filósofo, economista, contrario a la lucha de clases y a la competencia capitalista, criticó con fuerza la acumulación de capitales en pocas manos. El «falansterio» es obra de su inventiva. Colonia que recibe asociados sin discriminación de clases sociales; que respeta la propiedad privada, pero produce colectivamente. La agricultura es intensa, mientras la industria es moderada. Los talleres se presentan muy aseados, hasta elegantes. Charles Fourier propugna la eliminación del lucro, la democracia plena y la adhesión voluntaria. Es padre de la cooperación francesa.

Todas estas pequeñas repúblicas, o pueblos de cooperación, o falansterios, anteriores a los Pioneros de Rochdale, se ejecutaron. Fueron realidades fugaces en el viejo o en el nuevo mundo. Sin embargo, la inteligencia conserva de aquellas experiencias lo que se mantiene vigente. El arquetipo pervive. «El verdadero signo de vitalidad no es durar sino renacer», Charles Gide. Y en Sudamérica, en el Escudo de la Guayana, se repitió el milagro de Betania. Renació la esperanza de los protocooperativistas.

Los holandeses llevan el algodón y la caña de azúcar a la Guayana, con miras a desarrollar la agricultura. La bauxita la explotan con esclavos negros. No obstante, en 1814, Holanda cede este territorio a Gran Bretaña y se constituye la Guayana Británica. Se introducen más esclavos africanos destinados al campo. Cuando la esclavitud es abolida en 1833, se apela a la mano de obra barata de hindúes y chinos. La colonia obtiene autonomía limitada en 1928. Y la independencia la logra en 1966, a continuación de cruentas sublevaciones y enfrentamientos raciales.

Linden Forbes Burnham, del partido Congreso Nacional del Pueblo, de izquierda democrática, una vez en el poder, siguiendo la membrana de la época, nacionaliza la banca y cooperativiza el agro y la industria (1968). A continuación, en 1970, reforma la Constitución Política que establece el nombre oficial de: República Cooperativa de Guyana; pese a ello, al arribar el marxista Chedy Jagan a la presidencia (1992), comienza una ola anticooperativista por presión del Fondo Monetario Internacional. Así es.

Lima. septiembre 2004